02 junio 2015

Bosch y el mito sobre Trujillo

Juan Bosch, en muchas ocasiones, tuvo que dedicar tiempo y esfuerzos a explicar importantes procesos de nuestra historia, en su condición de escritor, ensayista y cientista social. Fue precisamente Bosch quien se encargó de rescatar a figuras destacadas de nuestra vida republicana, entre ellas Máximo Cabral (héroe de la Batalla de La Barranquita) y de Gaspar Polanco (primera espada de la Guerra de la Restauración), condenados por años al ostracismo.
Uno de los personajes a quien dedicó inteligencia y esfuerzo para corregir aspectos tratados, por complicidad más que por comisión, fue la de Rafael Leónidas Trujillo, de cuyo ajusticiamiento se cumplieron 54 años; del cual afirmaba se había construido un mito.

Sobre la figura de Trujillo se han escrito decenas de libros, comenzando por los pioneros de los españoles José Almoina, en México, (Una satrapía en el Caribe, 1949); y Jesús de Galíndez, en Nueva York, (La era de Trujillo: un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana, 1955), que les costaron la vida; Bosch escribió de manera específica, porque aborda el tema en varios de sus escritos, “Rafael Leónidas Trujillo, causa de una tiranía sin ejemplo, (1961); “La fortuna de Trujillo”. (1985); “Las dictaduras dominicanas”, (1988); y el ensayo “R. L. Trujillo, la carta dominicana”. Bosch comienza este ensayo, explicando que el mismo día que Trujillo llegó al poder, el 16 de agosto de 1930, “un senador, uno de los políticos honestos a quienes los males de caudillaje condujeron al lado del nuevo gobernante, volvió a su casa, reunió a sus hijos, y con lágrimas en los ojos les dijo que comenzaba para el país una época indescriptible. Había oído a Trujillo decir, en reunión de líderes, media hora después de haber tomado posesión de su cargo, una vulgaridad de tal naturaleza que es imposible reproducirla por escrito”.

“Aquel senador –agrega Bosch- murió años después en el destierro, fue uno de los pocos que vio con claridad en el fondo del alma de Trujillo. Pues la tiranía que este iba a implantar se destacaría entre todas las de la historia americana por su vulgaridad, el título que mejor habrá de definir con el tiempo a Trujillo entre sus cófrades del Caribe será el de “El tirano vulgar”.

A seguidas, Bosch se encarga de configurar una suerte de plástica realista de Trujillo y su régimen, preguntándose primero de: ¿Cuáles son las raíces de su psicología, el origen de su sed de más poder, de más riquezas, de más honores; su capacidad de odiar, la necesidad de tener a su alrededor mayor servilismo, más sumisión; su incapacidad para tolerar la existencia de un alma libre cerca de sí, su odio a quien quiera que se distinga sin su ayuda, su afán de calumniar, rebaja, enlodar reputaciones?

Un dato interesante, es la descripción que hace Bosch del carácter de Trujillo, el cual asocia a su origen familiar de herencia haitiana “…un temperamento peligrosamente sensible a ciertos estímulos… una alma tenebrosa que con el andar de los años iba a mostrarse al mundo” y que tenía mucho que ver con la sociedad de la época en que la población dominicana estaba dividida entre gente “de primera” y gente “de segunda”, rezago de la organización colonial”, a cuya última pertenecía Trujillo.

De acuerdo a Bosch, Trujillo sintió desde niño el desprecio de la gente “de primera”…y “al andar del tiempo, siendo ya jefe de la policía nacional, trataría de cambiar su estado social solicitando que se le admitiera como socio en el club más selecto del país”, la cual se le negó …“por la simple razón de que había nacido “de segunda”. De manera que a lo largo de los años le perseguía el estigma de haber nacido en un círculo despreciado. Su odio a los “de primera” pudo haberse adormecido de haber logrado acceso al Club Unión; pero no lo obtuvo, a pesar de que era ya un personaje con poder en las manos. Dada su psicología de resentido, se explicaba que al erigirse tirano destruyera ese Club Unión y los sustituyera con uno que lleva su nombre; y dado su temperamento se explica que su odio crecería en vez de disminuir, así como dada su bajo nivel educativo se explica que midiera con ese odio a todo el que estuviera por encima del común”.

Dice que Trujillo era un hombre de acción audaz, pero de poco carácter, que se deshacía en la destitución de los altos funcionarios de su régimen, algunos de los cuales como Ramón Marrero Aristy, autor de la novela Óver (elogiada por Bosch desde el exilio) llegó a asesinar en su propio despacho luego de humillarlo para que su cuerpo apareciera carbonizado en un precipicio de la carretera Santo Domingo-Constanza el 17 de junio de 1959 en los días en que asesinaron también a las Hermanas Mirabal.

Agrega: “Pero en todos los casos los afectados se enteran por la prensa, y muchas veces cuando van a sus despachos y los centinelas o los porteros les informan que han sido destituidos. Trujillo no tiene carácter para decirle a un funcionario que da por terminado sus servicios, o regularmente no lo tiene para recibirlo una vez que lo ha echado del cargo. El vacío que deja en su alma la ausencia de carácter lo llena con sentimiento de adoración de sí mismo y de odio a los demás, lo cual explica en cierta medida la falta de sentido del límite de todos sus actos”.

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