Seis latas soportaron durante años el viejo colchón donde dormía Morenni Decena junto a sus dos hijos en una estrecha vivienda a orillas del río Ozama.“Fueron muchas noches sin dormir por miedo a la crecida”, cuenta desde su nueva casa la joven, de 24 años, que sueña con ser periodista.
Decena forma parte de las primeras 20 familias que fueron trasladadas al proyecto habitacional “La Nueva Barquita”, ubicado en La Javilla, Sabana Perdida, Santo Domingo Norte, concebido para reubicar a 1,400 familias que habitan en la ribera Este del Ozama.
Dice sentirse agradecida con la nueva vivienda. Hace apenas un mes vivía en una habitación junto a seis familiares. Hoy tiene tres aposentos, área de lavado, cocina, sala y un baño particular, pero solo cuenta con un pequeño colchón y una estufa que no regula bien el fuego.
No es la única que está en esa condición. Otros vecinos también fueron mudados en apartamentos valorados en un millón 200 mil pesos, pero no tienen una silla donde sentarse, menos un colchón donde dormir. Otros cargaron con los pocos cachivaches que han tenido por años.
Joven necesita una silla de ruedas
Jesús Nicolás Durán nació con discapacidad motora. Con 19 años de edad y con su condición especial sabe lo que es vivir en el riesgo, en la inseguridad. Desde que se mudó con su madre en un apartamento en el edificio 10-B de La Nueva Barquita no ha hecho otra cosa que estar en su cama, debido a que su silla de ruedas la están reparando.
“Yo seré feliz cuando mi mamá tenga todo lo que necesita en esta casa, porque aquí hay vecinos que tienen sus trastes y nosotros no”, expresa con rostro decaído.
Un motor de un vecino, un televisor y una pequeña paletera ocupan la sala del apartamento y tres tubos plásticos soportan una pequeña estufa en el área de lavado.
El equipo de elCaribe tocó el timbre del apartamento 202. Luego de ser observado a través del ojo mágico, una pareja joven de esposos abrió la puerta. No tienen nevera, ni comedor, tampoco muebles. Aunque le gustaría recibir una ayuda, Félix Reyes, de 34 años, explica que “lo más importante es que mis hijas tengan un techo y estén bien”.
Mientras Marianela Montero solo llevó consigo al nuevo apartamento, dos calderos, dos camas, una estufa y un cilindro de gas prestado para poder alimentar a sus tres hijos de 7, 12 y 15 años de edad. Ricardo Galanza se mudó ayer al edificio A, con sus cuatro hijos menores y solo cargó con ropas y una pala para trabajar.
Personas desempleadas dentro del proyecto
La mayoría de las mujeres entrevistadas se encuentran desempleadas y los hombres sobreviven del trabajo informal (chiripeo). Muchos de estos trabajaron en el proceso de construcción de La Nueva Barquita, ahora que el proyecto es una realidad, una preocupación les asalta. ¿De qué van a vivir?
Marianela Montero se capacitó en jardinería y plomería en los cursos impartidos para estimular el emprendedurismo. Hoy necesita un empleo.
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Dice sentirse agradecida con la nueva vivienda. Hace apenas un mes vivía en una habitación junto a seis familiares. Hoy tiene tres aposentos, área de lavado, cocina, sala y un baño particular, pero solo cuenta con un pequeño colchón y una estufa que no regula bien el fuego.
No es la única que está en esa condición. Otros vecinos también fueron mudados en apartamentos valorados en un millón 200 mil pesos, pero no tienen una silla donde sentarse, menos un colchón donde dormir. Otros cargaron con los pocos cachivaches que han tenido por años.
Joven necesita una silla de ruedas
Jesús Nicolás Durán nació con discapacidad motora. Con 19 años de edad y con su condición especial sabe lo que es vivir en el riesgo, en la inseguridad. Desde que se mudó con su madre en un apartamento en el edificio 10-B de La Nueva Barquita no ha hecho otra cosa que estar en su cama, debido a que su silla de ruedas la están reparando.
“Yo seré feliz cuando mi mamá tenga todo lo que necesita en esta casa, porque aquí hay vecinos que tienen sus trastes y nosotros no”, expresa con rostro decaído.
Un motor de un vecino, un televisor y una pequeña paletera ocupan la sala del apartamento y tres tubos plásticos soportan una pequeña estufa en el área de lavado.
El equipo de elCaribe tocó el timbre del apartamento 202. Luego de ser observado a través del ojo mágico, una pareja joven de esposos abrió la puerta. No tienen nevera, ni comedor, tampoco muebles. Aunque le gustaría recibir una ayuda, Félix Reyes, de 34 años, explica que “lo más importante es que mis hijas tengan un techo y estén bien”.
Mientras Marianela Montero solo llevó consigo al nuevo apartamento, dos calderos, dos camas, una estufa y un cilindro de gas prestado para poder alimentar a sus tres hijos de 7, 12 y 15 años de edad. Ricardo Galanza se mudó ayer al edificio A, con sus cuatro hijos menores y solo cargó con ropas y una pala para trabajar.
Personas desempleadas dentro del proyecto
La mayoría de las mujeres entrevistadas se encuentran desempleadas y los hombres sobreviven del trabajo informal (chiripeo). Muchos de estos trabajaron en el proceso de construcción de La Nueva Barquita, ahora que el proyecto es una realidad, una preocupación les asalta. ¿De qué van a vivir?
Marianela Montero se capacitó en jardinería y plomería en los cursos impartidos para estimular el emprendedurismo. Hoy necesita un empleo.